Tres países, tres miradas sobre la escuela
Tuve la
suerte de vivir experiencias de prácticas en el extranjero que marcaron
profundamente mi manera de ver la enseñanza. Durante cuatro semanas, fui
acogida en el nivel infantil de un colegio en Argentina, luego en varias
escuelas en Suiza y, finalmente, durante tres semanas aquí, en Madrid. Estas
inmersiones me permitieron descubrir otras culturas educativas, pero sobre todo
experimentar una calidez humana y una convivencia que encontré particularmente
inspiradoras.
Del Carmen – Argentina
En Argentina, en el pequeño pueblo natal de mi papá, tuve la suerte de poder pasar tres semanas en el colegio Del Carmen. En la sección infantil de la escuela, los niños eran recibidos con un cariño desbordante: abrazos, palabras dulces, miradas llenas de ternura… El vínculo entre docentes, alumnos e incluso familias era increíblemente fuerte y espontáneo. Yo misma fui recibida con mucha calidez, lo cual me sorprendió al principio, dado el carácter más frío y distante de los suizos. Todo parecía más fluido, menos rígido: los niños tenían más libertad de movimiento, los docentes parecían menos preocupados por un marco estricto y más atentos al aspecto relacional y emocional de su profesión. Esa cercanía humana creaba una atmósfera acogedora, donde se sentía que cada uno tenía su lugar, y donde la sonrisa era un verdadero lenguaje común.
CEIP San Isidoro – Madrid
En Madrid, el ambiente era igual de cálido, pero diferente. Me impresionó la energía y el entusiasmo que reinaban en la escuela. Los profesores hablaban en voz alta, reían mucho, bromeaban con los alumnos. Había una especie de vitalidad colectiva, casi festiva, que daba un ritmo muy dinámico a las jornadas. Sentí que el vínculo humano también pasaba mucho por el humor y la palabra. Los intercambios eran numerosos, directos, a veces ruidosos, pero siempre con respeto. La escuela se parecía a una gran familia, donde todos se conocían, donde se tomaba el tiempo de hablar, de verdad, unos con otros. Esa convivencia me conmovió profundamente. También me encantaron las muchas actividades especiales organizadas, como el carnaval en el que participé, o el taller de cocina, el proyecto "mini-chef", muy apreciado por los niños.
Varias escuelas suizas
Durante mis prácticas en las ciudades de Lausana y Crissier, siempre encontré una escuela bien organizada, estructurada y eficaz. Vi docentes comprometidos, niños respetuosos, un entorno seguro y métodos pedagógicos bien pensados. Pero algo me pareció un poco más distante, más “profesional”, quizá también más formal en las relaciones. No es una crítica, ya que nuestro sistema tiene muchos aspectos muy positivos, especialmente en cuanto a la calidad de la enseñanza y los recursos disponibles. Sin embargo, esa calidez humana, esa espontaneidad que experimenté en Argentina y en España… la encuentro menos presente aquí. Me gustaría poder llevar un poco de esa energía, de esa apertura hacia el otro, a mis futuras clases en Suiza.
En conclusión, estas prácticas me permitieron crecer tanto a nivel profesional como personal. Me enseñaron que la escuela no se resume a lo que se enseña, sino también —y quizás sobre todo— a la forma en que se vive juntos en ella. Y, sobre todo, me dieron ganas de crear, en mi futura práctica, un espacio que sea tanto estructurado como acogedor, donde los niños se sientan recibidos no solo como alumnos, sino también como personas en toda su esencia.
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